Puede resultar metafórico que el juego de la trompa se superponga al fútbol, que las peonzas conquisten el sagrado templo del deporte rey, que el poder del círculo donde todos juegan en igualdad supere la disposición enfrentada, el duelo por el duelo. Para mi resulta maravilloso el simple hecho de verles jugar, absorbidos por el objeto, por su giro, por su hipnósis. Ajenos a lo que significa el terreno de juego ellos solo ven un gran círculo, el botxo, donde se purga no ser capaz de hacer girar la trompa, donde se recibe con alegría la ayuda de los demás, la solidaridad innata de los que juegan contigo y no contra ti, de los que forman un círculo de amistad.
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