El año pasado tuve la suerte de conocer a Tomás. Es uno de los pocos artesanos que se dedican al maravilloso arte de fabricar toda clase de juguetes de madera, entre ellos, como no, las peonzas. Me confesó que esa es su verdadera pasión. De sus manos a lo largo de los años han salido cerca de 3.000 peonzas, todas distintas, cada una de ellas con su personalidad propia, de todos los tamaños y formas. Verle trabajar la madera es un verdadero placer, la idea que tiene la va reflejando en la talla del trozo de encina y a la vez, como el dice, escucha atentamente lo que la pieza le va contando, él se adapta a lo que va surgiendo. No es amante de los objetos en serie, de fábrica, de los clones sin vida ni personalidad. Lo suyo es la creación, el arte por el arte y es verdad, sus manos dan vida a un objeto que como él mismo confiesa es algo mágico.
Tuvimos la suerte de contar con su presencia en mayo, el día que conpartimos con toda la comunidad educativa los juegos de siempre. El se prestó a explicar y tornear delante de todos una peonza.
Desde aquí nuestro más sincero homenaje a una vida dedicada a tallar ilusiones y sueños. Gracias Tomás.
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