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Zelai errea, campo quemado, balón prisionero... sólo un juego? EDUCAR CONDUCTAS MOTRICES. RETO NECESARIO PARA UNA EDUCACIÓN FÍSICA MODERNA.

Kurtsoa hasi eta jolasaldian jolasteari ekin,. Gaur Zelai errea aukeratu dut, saskibaloi pistan, 1go mailatik 6. mailara, nahasturik, ez al zen horrela txikiak ginenean?. Empieza el curso y llegan los recreos. Hoy he elegido el archiconocido "Campo quemad" o balón prisionero. Hemos jugado durante una hora en el campo de baloncesto. tod@s mezclados desde primero a 6º, acaso no ocurría así cuando éramos pequeños?

Galdera zera da: Jolas bat baino ez da edo aukera paregabe hezitzeko?. La pregunta es: ¿ Se trata solamente de un juego más o de una maravillosa oportunidad para educar?









Galderari erantzuna emoteko Pere Lavegaren honako artikulua dakartzuet gaian jarrita daudenentzat oso baliogarria eta mundu guztiarentzat ideia argi bat izateko ere.

para responder a la pregunta  comparto este artículo de Pere Lavega para l@s especialistas en la materia y para todo el mundo en general.


EDUCAR CONDUCTAS MOTRICES. RETO NECESARIO PARA UNA EDUCACIÓN FÍSICA MODERNA. EDUCATE MOTOR CONDUCTS. A NECESSARY CHALLENGE FOR A MODERN PHYSICAL EDUCATION.
ÉDUQUER LES DONDUITES MOTRICES. A DÉFI NÉCESSAIRE 

POUR UNE ÉDUCATION PHYSIQUE MODERNE.

Pere Lavega. (ESPAÑA)
Doctor en Ciencias de la Actividad Física y del Deporte
Instituto Nacional de Educación Física de Cataluña (INEFC), Universidad de Lleida Instituto de Desarrollo Social y Territorial (INDEST), Universidad de Lleida Techniques et enjeux du corps (TEC), Université Paris Descartes (Francia) plavega@inefc.udl.cat

Fecha recepción: 18-10-17
Fecha aceptación: 13-12-17

RESUMEN


Este artículo presenta los fundamentos teóricos necesarios para llevar a cabo una pedagogía de las conductas motrices en el contexto de una educación física moderna. La visión teórica se concreta con un ejemplo de aplicación educativa a través del juego tradicional de balón prisionero. El proceso educativo comporta: a) la selección de los efectos perseguidos; b) el análisis de la lógica interna del juego y sus posibles modificaciones; c) la identificación de conductas motrices a educar (de orientación relacional, cognitiva y emocional); d) la evaluación de las conductas motrices mediante diferentes recursos didácticos. Finalmente se describen las consecuencias pedagógicas de este planteamiento.



1.        Educación física, algo más que aplicar la física a la educación


Hace casi cincuenta años Parlebas (1968) afirmaba que la “educación física no es contemplación sino intervención”(p.29). Se trata de una disciplina de naturaleza procedimental, de modo que el alumnado únicamente puede adquirir saberes fundamentales si interviene en diferentes experiencias motrices en las que el lenguaje verbal determinante en otras asignaturas cede su protagonismo al lenguaje corporal, es decir, a la acción motriz. Así Enric solo será capaz de aprender un nuevo estilo de natación si se pone a prueba en el agua de la piscina de su colegio; Queralt únicamente sabrá engañar a un contrario cuando interactúe motrizmente con adversarios (practicando bádminton o el juego del pañuelo) y consiga tomar decisiones imprevisibles para su rival; además para que Sabrine aprenda a cooperar será necesario que participe activamente en diferentes juegos o situaciones motrices interactuando positivamente con otras personas al pasar el balón, saltar a la comba, construir una figura de acrosport o seguir el ritmo en una danza grupal.


Sin embargo, la educación física no pretende enseñar únicamente a botar un balón, hacer una voltereta o saltar una altura, sino también a educar a toda la persona que interviene mientras está participando. En tanto que disciplina educativa, la educación física depende de un sistema de valores que establece el proyecto pedagógico de una maestra de educación primaria, de un profesor de educación secundaria de actividades extraescolares o de un coordinador de una escuela de iniciación deportiva. En todos esos contextos se busca ejercer una influencia sobre las personas a través de su participación en distintas prácticas motrices.

Ante el problema de seleccionar las prácticas motrices que deben estar al servicio del proyecto pedagógico, todo docente debería identificar la ideología que acompaña a su plan educativo, es decir, tras determinar los objetivos o efectos (Parlebas, 2001) que busca alcanzar (efectos perseguidos) en sus alumnos debería servirse de aquellas situaciones motrices cuya lógica interna o mecanismos de acción desencadenan las relaciones internas y consecuencias perseguidas.

Posteriormente debería estar en condiciones de averiguar con rigurosidad y siguiendo criterios objetivos, los efectos obtenidos tras protagonizar los alumnos las distintas experiencias motrices que les ha planteado. Para que los efectos obtenidos coincidan o por lo menos se acerquen a los efectos perseguidos, es vital que el educador tenga el conocimiento previo de las potenciales consecuencias que entrañan las diferentes categorías o dominios de situaciones motrices (Parlebas, 2001).

Desde la praxiología motriz o ciencia de la acción motriz el concepto abstracto y mecánico de movimiento, es sustituido por el de conducta motriz (Etxebeste, Urdangarin, Lavega, Lagardera y Alonso, 2015). Ya no es la física el principal referente teórico para explicar las intervenciones de un alumno, ya que lo importante es la persona que se mueve y actúa, sus decisiones motrices, sus impulsos afectivos, su amor o temor al riesgo, sus estrategias motrices, la interpretación de los signos corporales que generan los otros participantes.

La conducta motriz se refiere a la organización significante del comportamiento motor (Parlebas, 2001, p. 85), ya que supone considerar la observación exterior, aquello que registraría una cámara fotográfica o de vídeo (comportamiento motor) y el significado interno que ha tenido para la persona protagonista (observación interior). Así cualquier conducta motriz informa de la intervención estrictamente física o motriz de su autor pero también de la vivencia personal que le acompaña (alegrías, temores, percepciones...), es decir, de cómo ha interiorizado las reglas de esa situación motriz. El alumno que pasa un balón en el juego de los diez pases, además de movilizar un conjunto ordenado de palancas óseas y de músculos, también activa toda su personalidad, poniendo en acción de manera unitaria sus distintas dimensiones orgánica (energética), afectiva (emocional), cognitiva (decisional) y relacional (social).

La acción educativa gira pues alrededor de dos realidades interconectadas: el sistema (el juego, deporte o situación motriz, que contiene unos rasgos internos y que activa diferentes procesos y problemas a resolver) y el alumno (que interviene mediante conductas motrices dotadas de significado subjetivo).

Cada juego deportivo o práctica motriz (sistema) dispone de una lógica interna que desencadena un conjunto de relaciones internas con los otros protagonistas, con el espacio, con el material y con el tiempo que originarán una serie de consecuencias práxicas sobre la persona que actúa, que se materializan en la realización de diferentes conductas motrices. Así, cuando Aarón intenta nadar hasta el otro lado de la piscina sin interactuar con nadie y se queda a mitad de camino para acto seguido quitarse las gafas, la interpretación de sus conductas motrices remite a aspectos orgánicos (mala dosificación del esfuerzo físico) y también afectivos (miedo al pensar que no va a llegar al final de la piscina); Verónica al botar un balón ante un contrario acostumbra a pasarla a un compañero (dimensión relacional) ya que le cuesta descodificar las intenciones de sus adversarios y por tanto es incapaz de engañarles (dimensión cognitiva); Pablo al esquiar disfruta (dimensión afectiva) superando cada una de las informaciones que le concede la pista negra de esquí, llena de dificultades e irregularidades originando un sinfín de imprevistos que no cesa de interpretar (dimensión cognitiva).

Desde este enfoque, si se considera la educación física la educación de conductas motrices, un buen docente es aquel educador que en función de su proyecto educativo sabe elegir una adecuada situación motriz (sistema) para poner a prueba a sus alumnos, quienes tendrán que adaptarse a la lógica interna de esa situación motriz, protagonizando diferentes tipos de conductas motrices. Tras haber interpretado las conductas motrices de sus alumnos y haber identificado si ha existido una relación adecuada entre los efectos perseguidos y los efectos obtenidos, el profesor deberá perfilar un itinerario motor singular para cada grupo-clase con el que intervenga. seguir leyendo