Cuando eramos pequeños, en Barakaldo, los niños, generalmente, decorábamos las trompas. El ritual previo para participar en este juego incluía, por defecto, que cada uno decorara su ziba y le imprimiera un toque personal, único, una marca de la casa que hacía que esa peonza fuera única en nuestro universo infantil. Entre los pocos juguetes que podíamos personalizar la trompa ocupaba un lugar destacado. Como las batallas a las que tendría que enfrentarse se adivinaban, cuando menos, muy numerosas era habitual proteger las zibas con chinchetas, acorazándolas y haciendolas casi inmunes a los picotazos de las demas. La arena, espacio natural de esas batallas estaba plagada de este tipo de gladiadores de madera que precisaban de una mano diestra y certera para llevar a cabo su cometido.
Con el paso del tiempo y la llegada del consumismo desaforado los nuevos materiales hicieron su aparición, zibas de plástico, metal, electrónicas, todas ellas iguales, impersonales, idénticas aquí y en cualquier parte del mundo donde hubiera un supermercado de juguetes.
Personalizar las zibas pasó a ser un simple recuerdo del que nos hablaban los aitites de vez en cuando.
La verdad es que cuando decoras una peonza algo de nosotros queda impreso en ella, al fin y al cabo, la ziba no es más que otro medio de expresión, lúdico en este caso, pero quizás, y, eso es lo importante, un perfecto vehículo para presentarnos en nuestra sociedad infantil y decir alto y claro quienes somos.
Ziba erakusketa 2011 |
Con mucho cariño y mucha añoranza.
Zorionak parte hartzaile guztiei.
Felicidades a todos/as los/as participantes.
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