Gracias ( GUILLERMO NAGORE)

Posted: 16 Dec 2012 07:56 AM PST
-Jorge, estoy pensando en dejar el curro e irme andando desde Finisterre a Jerusalén, ¿qué te parece?
-¿Irás de espaldas, no?
(Pamplona, 31 de diciembre de 2010)

- Mamá, que igual dejo el trabajo y me voy andando durante un año desde Finisterre a Jerusalén
- Uy, que bien hijo, que viaje tan bonito, con lo que te gusta a ti todo aquello. Haz con lo que te encuentres más feliz.
(Pamplona, 31 de diciembre de 2010)

-Papá, que igual me voy andando hasta Jerusalén.
-¿Y por dónde vas a ir?
- Ya te compraré mapas para explicarte.
-Vale, ¿necesitarás unas botas, no? Yo te las compro.
- Si, gracias. Me vendrán muy bien
 (Pamplona, 31 de diciembre de 2010)

-María, que me voy a ir andando a Jerusalén desde Finisterre.
-Calla, calla, calla, hermano, que no te quiero ni oír que bastantes líos tengo ya.
 (Pamplona, 31 de diciembre de 2010)

-Abuela, que me voy a ir a Jerusalen andando, ¿quieres que te traiga algo?
-¿A Jerusalen andando?
- Si, abuela, si.
-Que loco estás, michico.
 (Burlada, 6 de enero de 2011)


-Rafa, que te quiero contar una bomberada.
-Cuenta, que hay mucha gente hoy en día esperando escuchar una bomberada
-Que me quiero ir a Jerusalén andando desde Finisterre
- Bueno, habitual no es pero esto lo sacamos adelante
-Venga, vale, ahora vamos a ver a los rojos.
-Si, vamos a ver si nos dan una alegría
 (Donostia, Febrero de 2011)

-   Bueno, el proyecto lo tenemos más o menos claro. Peregrinación a Jerusalén y meter bien de ruido para que se conozca la realidad del alzheimer. ¿Y como le llamamos a esto?
-   ¿El camino de la memoria?
-    Espera que mire… No, ese dominio ya está cogido.
-     Prueba al revés, escribe La Memoria es el Camino.
-     Ese está libre.
-     Pues píllalo. Suena cojonudo.
-      Si, suena muy bien.
 (Pamplona, con Alberto, Rakel, Ainara, Txetxo, Rafa, Diana e Iñaki. Septiembre de 2011)

-    Tío, ¿y por qué no sales de Pamplona que así es mucho más corto? Total, te vas a rendir.
-     Bien pensado, Juanito, bien pensado. Pero no, me voy a Finisterre a empezar
 (Pamplona, marzo de 2012)


La Puerta de los Leones, la Jerusalén eterna. Las explanadas, los sepulcros, los muros, los huertos; las lamentaciones. Judíos, cristianos, musulmanes, las mismas guerras. “Fidel, no me jodas, no me toques los olivos”. “Que fama me pones Guillermo, que fama”. Su sonrisa, su entrega. El Huerto de Getsemani, Koldo abriendo vereda. Lourdes firme, Rafa sufriendo, Ramón animando, Mertxe disfrutando. Y Erika nos explica. Somos una banda, la banda de los despistados, todavía con memoria. Iñaki y Sergio, Sergio e Iñaki, por aquí, bajar por allá, ese crepúsculo, esa luz, ese barrido, la cámara en picado. Jim arretratando y el pañuelo sanferminero esperando en el bolsillo. La mochila entera. La concha peregrina de Pepe, el de Santiago, el gorro de Alzheimer Grecia. El chaleco de los despistados turcos, la camiseta de Alkartu Ikastola, 453 abrazos de vuelta. El San Fermín de Noel, el crucifijo de Alvaro, la virgen de Orreaga, de la Eugenia. La camiseta de Vincenzo con los  asnis de Bérgamo, la del 10 de los incombustibles de Padua, la del Engim de Lombardia, la francesa de Gap, la de los de Manttale de Bera. El souvenir de Lourdes de Pilar, Zafyro y Nerea. La mochila de Mondoñedo, el pañuelo de Afagi, y el de Arana, la pulsera de los navarros, ese “Acuérdate de los que olvidan. La conexión desde Belén con los de las sillas, “no os oigo nada”. “No importa Guillermo, tú habla”. Loco mundo este donde son los héroes los que te premian. Pilar por el Skype, no puede estar aquí, es cuidadora, Unos tenemos el privilegio de disfrutar de 6.100 kilómetros de viaje inolvidable y encima te premian. Otros pasan los mismos 270 días con la cara en el barro atendiendo a despistados y encima les ahogan. A esto hay que darle la vuelta. Emoción a la llegada. Palos en alto. El Txoria, txori en la ciudad vieja. Tal vez podríamos haber hecho más, seguro, pero hemos dado la cara. Todos. Yo soy solo el que anda. La mariscada en Fisterra, el abrazo de Jesús, el cámara de la Televisión Gallega, “vamos chaval, que ya no queda nada”. Risas. Las botas del Naturalista. El móvil que arde, los ánimos y los consejos de Diana, siempre en todo, siempre alerta. La Galicia tropical  y el centro de Ribeira. Paquita, la primera ‘despistada, con Carmen en la sala. Biquiños gallegos. El miedo a fallar a las primeras. Santiago de Compostela. Las gentes de Fagal y el cipostio de las flechas. “¿Ya llegaré a Ribadeo?”, la cabeza que explota. Rafa al quite, Alberto y el optimismo eterno. Rakel y Ainara desviviéndose, Txetxo tranquilo, Javi solucionando teclas, yo poniendo a parir a Teléfonica y Ana, de Teléfonica, cubriendo todas las salidas de agua. Las tierras lucenses, las gentes de Mondoñedo, los de Abriendo Camiños, Terra Cha y As Mariñas. Un sol reluciente y mucho peso en la mochila. Ribadeo, el agua, la lluvia, el cantábrico y Asturias. La solidaridad a través de la redes, Loli está en Gijón, Irene me espera en Ribadesella. “De verdad Irene, no hace falta que me planches la ropa”. Gran cena porque había una gran señora. Cristina en Llanes, otra gran velada. Asturias verde de montes y negra de minerales. El señor asturiano que hacía pesas. Más agua en Cantabria. Las chicas de Afac, sus detalles, su apoyo, el hombre que hacía a su mujer crucigramas. El drama del alzheimer, la pelea, parar el deterioro, luchar contra la evidencia. La desesperación, la fuerza, el ser humano entregándolo todo y la costa cántabra. Santander, el Sardinero y Valdecilla, esos locos con batas blancas que investigan. Atención pescadores, posibilidad de galerna en el Cantábrico. Rediossss que galerna. La entrevista de Ana U, y tambiñen la de Marian. El barquito a Somo y el encuentro con Don Ernesto, Paco y Berna. Las historias de Paco, la cárcel de Santoña, el albergue de Güemes, el Camino, la decencia. Cantabria verde, el cuerpo ya castigado. No pienses lo que queda, Guillermo. Y otra vez las redes, y la gente que ayuda. Laredo, suena el móvil, “Guillermo, me ha llamado una amiga de Pamplona que necesitas un masajista. Dime donde estás que voy en un cuarto de hora”. Como un clavo. Masaje de los de doler. Sin cobrar. Por ayudar. Y vuelta a andar. Marc espera en Liendo, en el arcén. Otro que pelea. Euskadi y sus montes y el encuentro con Joseba. 453 críos en la ikastola, gentes que enseñan. Ángel y sus sueños, Juan Ignacio por la ría, traición en San Mames y encuentro con La Txina y Eva. Viejas historias rememoradas y coctel de risas. Los ‘despistados de Bilbao, las Telletxea. Idoia montando el pollo en el Facebook, su optimismo visceral, su alegría contagiosa. Los medios que llaman, “Arratxaldeon, Begoña”. La llamada de los lunes de Carlos, “¿Te viene bien ahora, Guillermo”? Los medios que apoyan. La subida hacía Lezama y David que para el coche en la carretera. Los del Matsa que invitan. Aparece Alberto, el de las cuestas que pican, siempre hacía arriba. Y Maitane que me cuenta, “si no puedes alargarla, al menos ensancha tu vida”. Maribel y la gente alavesa camino de Gernika. El fin de semana de relax en el hotelito de Lekeitio y la compañía. Y aparecen por allá los giputxis, los fantásticos robasetas. Los hermanos Aulestia, los del Gobierno Vasco, las gentes de Deba, Zarautz, Irun y Donostia. Ana U se apunta. Amaia se suma desde Madrid, encuentros con ex compañeros de la prens, los sobrinitos de Donosti, el primo que está fuerte y me lleva la mochila y esa cena en la Unión Artesana. Charla en San Telmo. El ruido crece, el cuerpo aguanta y la compañía mejora. Jaizkibel, con El Noti y con Joseba. Juanma y Aitor que se suman para llevarme a las lindes de mi tierra. Y el Larreta, que también planta cara a otra dependencia. Y allá aparece el cartel de Endarlatza, con Izaskun esperando y la aparición del profeta; el sublime Ondi espera a pie de carretera. La charla en Bera, el bocata con Juan, Cristina y Maitena, el camino del Plazaola y la llegada a los bosques del cuento. Las historias de Lander y su entrega. Con Larrañaga pringándome por Belate, la llegada a Ostiz, el sabor a casa, primer reto logrado, casi mil kilómetros y cada día con más fuerzas. Los tipos de las sillas a mi entrada a Pamplona y la madre que me espera en Villava para acompañarme cien metros. Gentes luchadoras. Los días en Pamplona, las charlas, la visita a la Cruz Roja, la pulsera de los despistados navarros, el masaje de Estitxu, el aperitivo con los míos, el apoyo de todos. La cabeza que va a mil. Hay que seguir hasta reventar. Javi, Felixín y las chicas de Ceafa camino de Monreal y los sobrinos que me llevan hasta Sangüesa. La que nunca faltó se hace solidaria, la pionera. En busca de los Pirineos, la vuelta a la mochila. Se hace duro camino de Jaca donde me esperan los que ayudan a los ‘despistados de Huesca. La aparición de Muskilda para allanarme el camino hasta la frontera. El paso de la muga, del idioma, el tabaco que se pone más caro, “Bonjour, señora”. El Camino de Arles, las flechas blancas y rojas, la llegada a Oloron y el cordobés que iba en burro por la carretera. Zafyro, Pilar, Nerea, la alegría de la huerta. Txetxo me visita en Pau. La mochila que pesa. Primera ampolla en Morlaas y la Bruni desaparecida. El desayuno en Montesquieu y el Cinema de Marciac. Sandra, la italiana de Maubourget. La cerveza en el bar El encierro de Auchs y la campiña francesa. Ayuntamientos que se van sumando a Sangüesa, la cosa va bien, el ruido aumenta. La desesperación a la llegada a Toulousse, hay rugby y no hay sitios para dormir. Se soluciona, por la campana, pero se soluciona. El paseo por el Canal du Midi y la plaza central de Revel. El macizo central francés, las montañas majestuosas, la espalda que se va haciendo al peso poco a poco, vuelve el agua y los kilómetros se suman. La llegada de Mayte, de las gentes de Alzheimer Universal, el apoyo constante que llega desde España, las conexiones en Skype con la familia. Vuelve el frío, vuelve el agua. Ese albergue de Boisezzon, esa casa de Angles y Juanfer que aparece con la bicicleta. Terreno duro, bonito, de montaña. Los zarauztarras que aparecen en Montpeyroux, quince días a cuerpo de rey. Fidel expropiando productos de la tierra, Pilar enseñándome a hacer estiramientos, Lourdes riendo a mandíbula batiente y Rafa de maestro de ceremonias. Los campos de lavanda. El recibimiento en la plaza de la Comedie de Montepellier, la hospitalidad de Francine. El encierro de chichinabo en Saint Gilles, los mosquitos en las marismas de Arles, el grupo local de melenudos ‘Mosquitos Paradise,  los toros por los campos, la majestuosidad francesa. La Vía Domitia, los Alpes imponentes, la dureza. Los kilómetros que se acumulan y las piernas que funcionan. El alberguero de Lurs y un 6 de julio en el col de Boussinet, agotado, deshidratado, con 43 kilómetros en las piernas. La amabilidad de la señora Ramos en Gap, los artistas callejeros de Embrun, el sabor a ciclismo en Briancon, la subida a huevo a 1.800 metros a Claviere. “Benevenuti a la Italia”. El tabaco que baja, el café que mejora y el ruido que aumenta. El valle di Susa, la llegada a Turín, el aperitivo con Iñigo, la solidaridad del Engim, primero del Piamonte, después de Lombardía, más tarde del Veneto. Es Italia. Los polígonos industriales a la llegada a Milán, las prostitutas sentadas en sillas esperando a la clientela, el trago de agua que me dio una de ellas. La imponente Milán. La llegada a Bérgamo. La locura. Iratxe, Giussepe y los monstruitos. La aparición de Rosangela, mi hada madrina italiana. Vincenzo, Ramona, Nicoletta, Sabrina, los burros del Arioli Dolci y el paseo hasta la Citta Alta. La cena cerca de San Pellegrino. La imaginación italiana. Las cooperativas sociales. ‘El Mister’. Su escoba. Oskar, Rosy, las canciones una y mil veces repetidas. La música, el alzheimer, los recuerdos, la memoria. El albañil que me invitó a cenar en Crescentino. Magenta, una ciudad. La red clandestina de Rosangela. Los hermanos de San Juan de Dios de Brescia. Las residencias de Desenzano, de Castelnuovo. Los conductores italianos planchándome los pantalones por los arcenes. Verona. Doña Inés. Su teta. Qué estafa. Los ex presidiarios de San Giuseppe di Calabria. “Reza por nosotros cuando llegues, pellegrino“. . El dedo meñique que empieza a protestar. Demasiado asfalto. La llegada a Padua. Cristian Bisato, imprescindible, las gentes del Alzheimer, los ciegos que veían, la grapa a raudales. Calor infernal, no se puede dormir pero hay que seguir. La ruta de los canales. El padre Fabio de Mira y la charla nocturna con los ex toxicómanos, los arrabales de Venecia, la entrada por autopista, con los dientes apretados, la cabeza abajo y rezando para no ver a los carabinieri. Alcanzado el ponte de la Libertad. Piazza San Marcos. Calor, palomas, canales y gondoleros. Sin ucranianas a la vista. El cuerpo cansado, el dedo que va a peor. El masaje de Leona. Sandra en Latisana, Federico y Marta en Cervignano, camino de Trieste. El dedo protesta, no puedo llegar y Rosangela e Idoia me montan un dispositivo. Aparecen Roberta y Demmy. Primera visita al hospital tras 2.800 kilómetros. Riposare, riposare, reposare. Sigue el calor y los del Reiky de Trieste me acogen en su sede. Recomiendan no seguir pero hay que entrar en los Balcanes. Kozina, Eslovenia, ya estamos. La carta en croata de Olga, las patrullas policiales que me paran, las primeras plazas de la barbarie reciente. Rijeka. La costa adriática. La antigua Yugoslavia. Coger la 8 y todo recto, unos 600 kilómetros. La madre en el hospital, peleando, todos los días. Carreteras enrevesadas, paisajes espectaculares, mares y barquitos. Todavía no he perdido nada. El meñique va a mucho peor. Una situación preocupante pero hay que alcanzar Zadar, donde hay una podóloga a la espera. No es podóloga, es podólogo, suele pasar, como la vida misma. El doctor Mihatovic asegura que hay que meter las tijeras en ese dedo. Se meten. Llega el 21 de septiembre, la carta de Alejandro, visita a Zagreb con el profesor Mimica. Entrevistas y ruido, mucho ruido. Nos vamos a Orahovica que Sunstroom inaugura planta solar. Grandes jornadas con Reinout, y David. Por allá andan también Patxi, e Iñigo. Y Víctor. Pero hay que seguir. Parece que el dedo mejora. Zapatillas nuevas y al zapateo de nuevo. Muy justo, sufriendo. Por la ruta del basket se llega a Sibenik, de rodillas para honrar a Drazen Petrovic y aparece compañía de lujo, Erika se suma a la bomberada. Durante diez días somos dos. Todo se hace más sencillo. Split. La ciudad de la Jugoplastika. Empiezo a ser consciente de que pronto habrá que parar. El dedo va a ratos pero seguimos adelante. Los apartamanis, los croatas que recogen los pueblos, ya es casi “winter” en la costa dálmata. Markaska. Osasuna juega contra el Athletic. Nos ganan. Como casi siempre. Ploce, despido a Erika, es hora de entrar en Bosnia. El dedo funciona mal pero peor la cabeza. Demasiada barbaridad, demasiada infamia. Mostar, el puente. El premio Teobaldo y los perros que salen a dar la bienvenida a la carretera cada 500 metros. Palos en las manos, piedras en los bolsillos y los cuchos que achuchan. Los croatas, los musulmanes, el odio todavía latente. La ribera del Neretva, los bosques minados. Más perros salvajes saleindo de los bosques. Don,t Forget. No se puede olvida. Jablanica. Hotel, sweet, hotel. Ese cordero asado. Ese hotel que se cierra a las 8 de la tarde. Las risas con el grupo de Amigos de la Memoria.  Siempre, todos los días. Cachondeo general nocturno, hay que meter salsa a la pelicula, calzoncillos perdidos, mucha mocetilla y navarrrros de erres interminables. Otra postal que vuela a su destino. Konjic, las historias de Tito, el mariscal yugoslavo. Sarajevo. Los bosnios. Su sentido del humor. “Rakia, connecting people”. Su escalofriante historia. Adi, Goran, Darija. Sarajevo de nuevo, el horror, túneles infames, colinas de la vergüenza, el silencio europeo. El bosnio que leía bajo las bombas. Tuzla. Emir, Ahmed, Tarek. Los bosnios del futuro, cervezas, risas, mujeres, el capitalista y el yugoslavo. El viaje en silencio con Emir rumbo a Sbrenica. Ese no saber de que hablar para no tener que hablar sobre el motivo de nuestra visita. La fabrica de Potorika, el mar de cruces, aquel 13 de julio de 1995. La vergüenza de Europa. Miradas, silencios, vergüenza. Vuelta al médico. No se puede, hay que parar, el meñique que revienta. Frustración, lágrimas. No hay que darle más vueltas. La descarnada verdad de la realidad. No se puede andar, pero se puede seguir. Agur, Sarajevo. Estaciones, autobuses, conductores, taxistas. Visegrad, el puente sobre el río Drina. Casas acribilladas, años después. Mokra Gora, el pueblo de Kusturica. Montañas soberbias. Puentes que una y otra vez se derruban. El Stalizbor de Uzice, las mocetillas serbias. Fipilino, el segundo e Iñaki a los mapas. Niss, Krajelvo. El autobús a Skopje, el mensaje de Inesa. Macedonia y sus estatuas. Alejandro Magno. Las disputas. Demasiadas fronteras para tan poca gente. La cena con Inesa, Mauro y los churumbeles. Grecia. Lo que se avecina. Los despistados de Salonica, los luchadores que pretenden mantener lo conseguido. La desesperación, la crisis, lo de siempre, los mismos pagando los excesos cometidos por quienes nunca pagan nada. La cancha del Aris de Salónica. Trenecitos hacia el norte. Xhanti, Penelope, Miss Alzheimer, la pelea. Alexandropoulis y otra vez la frontera. ¿Dónde coño está el pasaporte? Desesperación. Impotencia. La gente que se mueve, autobús a Estambul. Pesadilla de comisarías. La sonrisa de la policía del consulado. Burocracia infinita. La gente que se vuelca, la gente que ayuda, las comunicaciones que arden y todo se soluciona. El cónsul, su ayudante y papeles nuevos para seguir la aventura.. Diputados llamando, gobiernos ayudando, amigos que se vuelcan. Pasaporte nuevo para atravesar Turquía. El imponente Bósforo, los atardeceres del Mármara, la vieja Constantinopla. Sakarya, Eskisehir, Afyon, Antalya, la Turquía profunda, olores intensos, perros callejeros, rezos en las mezquitas, chicas provocativas. Otra vez la política. Turcos y griegos, griegos y turcos, travesía peligrosa. Chipre en la encrucijada. Llamadas, embajadas, “no te garantizo que no te detengan”. Los guipuzcoanos ya esperando en Tierra Santa. Solución de emergencia. Avión a Estambul y de ahí, enlace a Tel Aviv. Papeles en mano, pasaporte provisional, la denuncia turca, el proyecto en hebreo, las cartas del consulado. “Buenas noches, buenas noches, pase usted”. Sin problemas. Cintas de aeropuerto. ¿Y ahora, donde coño está la mochila? Nueva pesadilla. La mochila perdida, Erika que me recoge, los recuerdos en un hangar. Nueva impotencia. Belén, el portal, Palestina. Otro muro infame. Abrazos con Koldo, Fidel, Rafa, Lourdes, Ramón y Mertxe. Pasamos de la mochila. Volvamos al zapateo. Tel Aviv, aparece Juanjo Gabiña. Polígonos, soldados, buen ambiente, palestinos que nos traen y nos llevan. El dedo que se resiente pero la moral está por encima. Llamada del aeropuerto, “caballero, aquí tenemos su mochila”. Remit Raziel, los arrabales de Jerusalén, el monte de los olivos y sus colinas. Todo lo que empieza acaba, pero esto continúa.
Es poco probable que jamás alguien tenga que agradecer tanto a tanta gente. Cuando el proyecto parecía que no salía, un frío día de febrero en la Pamplona invernal, un grupo de los míos me prepararon una encerrona para recaudar fondos para la historia. Aquel día, impresionado, decidí que iba a Jerusalén por lo civil o lo militar, que me iban a tener que sacar del Camino a palos. Según iba conociendo historias de ‘despistados’, se reafirmaba mi teoría. Algo hemos hecho, pero resta mucho todavía. Un placer haber podido compartir este viaje con vosotros, una suerte haber podido conoceros y un orgullo el haber recolectado infinidad de nuevos amigos. Desde la ciudad vieja de Jerusalén, Salud.

A TI MAJICO, UN MILLON DE ABRAZOS.

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