Maribel Marin
San Sebastián
El Juego como sistema de parendizaje. El País
En la escuela pública Amara Berri de San Sebastián, los alumnos no
siguen un libro de texto para estudiar matemáticas; aprenden, por
ejemplo, el sistema métrico como responsables de una tienda ficticia, o
lo que es una hipoteca cuando les toca pagar un crédito al banco que
regenta otro compañero. Tampoco tienen clase de lengua al uso. En su
lugar, hacen un periódico todos los días, preparan programas de radio y
televisión o charlas con las que matan para siempre el miedo a hablar en
público. "Nos interesan todos los ámbitos de su desarrollo, no sólo que
sepan mucho de una u otra materia, porque se trata de que adquieran
competencias para la vida: que sepan relacionarse, comunicarse,
disfrutar", dice Emilio Martín, director del centro.
Los responsables creen que es un proyecto para el crecimiento de toda la comunidad educativa
El proyecto educativo de Amara Berri, donde estudian 1.300 alumnos de
dos a doce años, rompe con la idea tradicional de que el profesor es el
que enseña y el niño el que aprende. "Es un proyecto de crecimiento
para toda la comunidad educativa. Aquí todos enseñamos y aprendemos",
explica el director. Todos sus integrantes participan en la elaboración
de un programa muy pegado a la vida. "Cuando incluimos en él 'acusar la
presencia del otro' es porque nos damos cuenta de que, a veces, al vivir
tan deprisa, pasamos al lado de la gente sin saludar".
Amara Berri, declarado en 1990 Centro de Innovación Educativa del
Gobierno vasco, siempre ha funcionado con planteamientos de ciclo, antes
incluso de la LOGSE. De hecho, niños de distintos cursos están
mezclados en las aulas porque se busca deliberadamente la diversidad. No
sólo de edades, también de capacidades: se entiende que resulta
enriquecedor para toda la comunidad educativa. Por eso mismo los niños
con necesidades especiales reciben todo el apoyo posible dentro de las
aulas ordinarias.
En este centro no funcionan por asignaturas propiamente dichas.
"Aunque estén ahí", apostilla el director. "Lo que hacemos es montar
actividades que llamamos contextos sociales" para el aprendizaje
cooperativo o individual. Por ejemplo, en un mismo aula puede haber una
zona para las adivinanzas y otra para preparar charlas en grupo. Los
chavales tienen que repartirse el trabajo, decidir el enfoque, buscar la
información, seleccionarla, preparar su intervención... Y sacudirse el
miedo a hablar en público. Los pequeños simplemente se sientan ante el
micrófono y hablan; los mayores, se preparan sus charlas con vídeo o
Power Point.
Lo que ha hecho Amara Berri es recuperar la filosofía del juego con
intencionalidad educativa, de cooperación, de responsabilidad... Porque
los alumnos juegan a ser periodistas cuando se sientan a leer la prensa
del día, analizan las noticias de la escuela y deciden qué temas
destacar en su periódico. "Pero al mismo tiempo están realizando un
trabajo serio que desarrolla muchas de sus competencias. Eso sí, lo
hacen a su manera", explica el director. El 22 de marzo, se vanaglorian
los chavales, fue el segundo diario en publicar la noticia del alto el
fuego de ETA. Le dieron la misma importancia en portada que a la rotura
de menisco de una de sus profesoras.
La escuela, repartida en cinco edificios, es realmente un centro de
puertas abiertas. No hay aulas cerradas. Ni profesores marcando
distancia con sus alumnos desde la pizarra. Ni hileras de pupitres. Los
niños cambian de zona dentro de su clase o salen de ella sin levantar la
mano ni pedir permiso. Y se respira sensación de libertad, en ningún
caso de caos. Y eso que los niños van y vienen, se mezclan: mientras
unos representan su obra de teatro otros les graban para los programas
de televisión del día.
Ésta es la escuela que ha vivido siempre Ione, de 10 años. Por eso,
cuando hace ya tiempo conoció por sus amigas del barrio que había otra
forma de aprender, con libros de texto y exámenes, se quedó perpleja.
"¿Y no tenéis tele ni radio? ¡Qué aburrido!". Su madre, Amaia Gorosabel,
es profesora de Educación Especial en Amara Berri, donde comenzó a
trabajar hace 22 años. "La decisión de traerla al centro no fue fácil,
porque siempre piensas que es mejor que tu hija esté escolarizada en un
sitio distinto a tu lugar de trabajo. Pero creo en este sistema, muy
activo, participativo y vivencial, y me dio pena llevarla a un centro
más típico, con libros de texto y forrándose a exámenes". Aquí sólo se
utilizan los controles como una metodología más en los dos últimos
cursos: la información se busca. "Si antes ya era impensable lo del
libro de texto si se quería fomentar la formación y la capacidad
crítica, hoy, en la era de la información, mucho más", afirma Martín.
Gorosabel nunca tuvo las dudas sobre la eficacia del sistema que sí
asaltaron a los primeros padres que llevaron a sus hijos a Amara Berri.
"Se ha comprobado que cuando llegan al instituto no obtienen resultados
más bajos que sus compañeros y están más preparados en otros aspectos",
añade. "Al hacer tantas actividades, trabajar con tantos profesores, con
niños de otras edades y capacidades, desarrollan muchos recursos",
sentencia.
En Amara Berri les educan para que aprendan a disfrutar de lo que
hacen. Y, además, "para hoy, no para el día de mañana", dice Martín.
"Porque la vida es hoy".