Fernando Maestro, amigo e investigador incansable del juego tradicional nos ofrece este documento que espero os sea de interés.
Se acerca el día de la peonza en Alkartu y este documento nos muestra muchas cosas que desconocíamos de este juego milenario.
Enróllate y dale cuerda a la vida
Las peonzas se encuentran en los cinco continentes. Ya desde la antigüedad, el ser
humano ha sentido fascinación por los objetos que giran. Consideradas como
elementos mágicos, utilizadas por chamanes, brujos y curanderos, sus giros podían
atraer la lluvia, predecir buenas cosechas o simplemente ser la excusa para que un
abuelo le enseñara a su nieto a lanzarla.
Infinidad de nombres, formas y tamaños, tantos y distintos como culturas y
sociedades habitan nuestro planeta Tierra. Y no podría ser de otra manera, ya que
vivimos en una gran peonza que gira, gira y gira.
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Según el diccionario, la peonza es una pieza de madera con forma de pera que
tiene en su extremo una punta de hierro y que, enrollándole un cordel y tirándola
con fuerza sobre el terreno, por un rápido movimiento de rotación encima de su
punta, sirve para jugar a diferentes juegos infantiles.
En la Grecia antigua los adivinos consultaban el oráculo haciendo bailar tres
peonzas, una detrás de otra, dentro de un trazado muy complejo que estaba
compuesto por varias casillas y compartimentos. Las peonzas se lanzaban
sirviéndose de tres cordeles diferentes. Las predicciones se deducían de las
trayectorias que realizaban al girar; también dependían de las casillas y
compartimentos que las peonzas recorrían, según donde paraban, la posición en
que quedaban al caer; o bien, por la distancia que había entre las peonzas.
La utilización del color rojo con el que suelen pintar la parte superior de las
peonzas o el cordel que las hace bailar está motivada por la creencia popular de
que así bailará más rato. Posiblemente, esta creencia tenga que ver con la
utilización del color rojo por parte de algunos pueblos primitivos para espantar
los espíritus o ahuyentar al diablo.
Al margen de estos inciertos orígenes, se trata de un juego popular, muy extendido
alrededor del mundo que, aunque acostumbra a ser jugado por niños y niñas, en su
origen y en algunos lugares es un juego de adultos.
Las peonzas se elaboran con diversos materiales, predominando las realizadas en
madera resistente, que varía según la localización geográfica. La rica y extensa
tradición artesana ha conseguido que encontremos una multitud de tipos, formas,
medidas y pesos.
Otra manera de constatar que las peonzas están presentes en la cultura tradicional
de muchos pueblos es comprobando sus denominaciones según los diferentes
lugares geográficos. Ver anexo I
Contexto sociocultural
En el Museo Británico se conserva un ejemplar de Thebas del año 1250 a. C. Estas
primeras peonzas eran de madera o de terracota.
Aristófanes (445 a. C.- 385 a. C.) las menciona en su obra Las Aves con el nombre
de “bembix griego”. También Platón (428 a. C. – 347 a. C) se refiere a ellas en La
República con la denominación de “stróbilos”, que no son más que peonzas que
silban cuando giran. El mismo filósofo las emplearía para sus estudios acerca del
movimiento y el reposo simultáneo.
En la época romana, Catón (234 a. C.-149 a.C.) recomendaba a los padres el uso de
este juego por su idoneidad. Era costumbre jugar al “turbo”. Se dibujaba un gran
círculo en tierra, dividido en 10 sectores numerados.
Virgilio (70 a. C.-19 a. C.) describió la técnica requerida para su manejo en los
versos de La Eneida.
En el continente americano, el juego estaba muy extendido entre los amerindios del
Norte y del sur, antes de la llegada de los colonizadores. Se ha tenido constancia
de peonzas en Perú desde los tiempos prehistóricos.
En América del Norte, era frecuente jugar a este juego durante el invierno en el
hielo. Los inuits trataban de dar la vuelta a diversos objetos con sus peonzas antes
de que parasen. Los indios hopi, después de hacerlas rodar, mantenían la rotación
de los trompos con un latiguillo, con el cual las golpeaban con rápidos
movimientos en la punta inferior del trompo.
En Nueva Guinea y Borneo, los indígenas hacían girar sus peonzas después de la
siembra. Con este ritual pretendían estimular el crecimiento de los primeros
brotes. En algunos lugares de Australia, se hacen girar grandes peonzas
estableciendo combates entre ellas.
En la Antigua China, durante la Dinastía Sung (960-1279) la peonza era un objeto
en forma de aguja de aproximadamente 2 cm de altura que se hacía girar con la
mano encima de un plato de marfil. Señores y concubinas se entretenían y
competían con esta práctica, en la que ganaba quien las hacía girar durante más
tiempo.
Durante el S.VIII, las peonzas fueron introducidas en Japón desde China.
Originariamente serían un entretenimiento de la corte y un símbolo de distinción
entre la nobleza. En el S. XVII se extendió su utilización entre las clases populares,
llegando poco después a convertirse en un juego para niños. Dentro de su gran
variedad de peonzas, fabrican unas parteras las cuales al girar dejan salir de su
interior otras más pequeñas.
Su práctica también se extendió por Europa y fue particularmente popular en
Inglaterra durante el S XIV, asociándose su utilización a ciertas ceremonias. Cada
parroquia poseía su propia peonza y el Martes de Carnaval (después del periodo de
ayuno medieval) se abrían las puertas de las iglesias y desde allí se lanzaban
grandes peonzas a toda velocidad enviándolas hacia el espacio profano,
organizándose carreras de peonzas por los caminos que unían las diferentes
parroquias. Una vez acabada la ceremonia, las peonzas se guardaban para el año
siguiente y se decía que dormían, de aquí la expresión inglesa “ to sleep ake a top”
(dormir como una peonza), dicho que también se emplea cuando para.
En Nueva Zelanda, a finales del S. XIX , los niños realizaban carreras
aprovechando el trayecto de la escuela a casa.
La práctica de la peonza ha sido y es tan difundida que son evocadas en muchas
obras literarias, y la tradición popular las ha convertido en objeto de adivinanzas:
Sin capa no puedo bailar
y para bailar la he de llevar
con capa no bailaría
y sin capa no puedo bailar
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Para bailar me ponen la capa
Para bailar me la han de quitar
Que con capa bailar yo no puedo
Y sin capa no puedo bailar.
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No tengo ni pies ni manos,
bailar es mi destino,
en palma soy llevado
y entretengo a los niños.
No soy hombre ni muchacho,
tampoco bebo vino,
cuando me pongo a bailar,
me dicen que estoy borracho.
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Bailo siempre muy derecho
y cuando me empiezo a cansar
tiemblo y caigo quieto al suelo
y un niño me tiene que levantar
Del mismo modo la peonza ha sido escogida para ilustrar diversos sellos